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La Vijanera estrenó las mascaradas de Europa Lunes, 07 Enero 2019 La Vijanera estrenó las mascaradas de Europa

La Vijanera se hace oir en el mundo con más campanos que nunca

Siempre diferente, La Vijanera sonó ayer de forma especial en Silió, 500 campanos (más que nunca) tronando por encima de las miles de personas que aparcaron los regalos de Reyes para otro momento. La primera mascarada de invierno dejó a todos helados en una mañana que se fue calentando con la algarabía propia de los 150 componentes de una comitiva que volvía a sorprender con más y mejores trajes y, sobre todo, con una cantera que "es nuestro mejor regalo de Reyes", decía uno de sus máximos exponentes, César Rodríguez, ante las decenas niños que participan y viven la fiesta con especial respeto, entendiendo y asumiendo la carga que supone sostener una tradición ancestral sobre sus jóvenes hombros.

No se hicieron esperar los fieles ante la llamada a desperezarse de cientos de campanos tronando desde maitines. A primera hora ya acudieron al pequeño pueblo para disfrutar de una de las fiestas cántabras con más repercusión en todo el mundo y poder ver en directo una comitiva única por su significado y vistosidad. La fiesta del lunes en Castilla León o Madrid y las incorporaciones, cada vez más notables, de visitantes extranjeros, se notaron en las estrechas calles de Silió, que se iban abriendo solo al paso de los vijaneros. Pero también es cierto que se notó su coincidencia con el día de Reyes y fue menos el público que se congregó en esta edición. Como decían en Silió, "hoy se sabe quiénes son fieles a la fiesta". Aun así, miles de fieles se dieron un homenaje con el bautismo de adrenalina que provoca el frenesí, el delirio colectivo de los vijaneros.

Nadie se fue decepcionado, porque pudieron contemplar en vivo una Vijanera con cerca de 150 participantes, más trajes y caretas, nuevos o renovados, todos espectaculares, y centenares de campanos que se oían a kilómetros de distancia. Una edición que cual dios Jano, recreó el pasado mirando hacia el futuro, los muchos niños que forman parte ya de la Asociación de Amigos de La Vijanera y que se entregaron en cuerpo y alma sábado y domingo a una fiesta que se sigue agarrando a su origen ancestral para demostrar su inquebrantable porvenir.

Más participantes, más trajes y más tiempo, alargando un año más la celebración a la tarde, algo más íntimo, sin tantos espectadores, vijaneros por el pueblo hasta la caída del sol a ritmo de cantos y pandereteras del valle, recuperando la música de la tierra de esquina en esquina, como ya sucedía hace décadas.

Para dar la bendición a la comparsa se dio cita en Silió una amplia representación del Gobierno, Parlamento y ayuntamientos, con el presidente, Miguel Ángel Revilla, y la vicepresidenta, Eva Díaz Tezanos, al frente, el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Francisco Fernández Mañanes, el de Industria, Turismo y Comercio, Francisco Martín, la alcaldesa de Molledo, Teresa Montero, y regidores y ediles de muchos municipios. También destacaba una representación de miembros de otras mascaradas y medios internacionales, devotos del santuario que escenifica cada enero una fiesta encumbrada a lo más alto en los últimos años gracias a personas como César Rodríguez, uno de los exponentes de la organización. Un eslabón más en la vieja apuesta por declarar esas celebraciones como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Tocaban las campanas a mediodía cuando gritos, cohetes y campanos anunciaron el desenfreno que supone la Vijanera. Salida, por una parte, de las antiguas escuelas, sede renovada gracias al Gobierno de Cantabria, y, por otra, de los barrios altos para confluir ambas comitivas muy cerca de la iglesia románica, principio y fin de la fiesta.

Los visitantes se agolpaban en las rutas que tomaban los vijaneros. En la raya, dos veces pidieron guerra para, a la tercera, declarar la paz con el recuerdo del encuentro antaño con otras comitivas. Sorteando calles estrechas y gente cuerpo a cuerpo con los vijaneros, el grupo fue mostrando su particular singularidad: el amo, los traperos, la pepona, la madama o el mancebo, la gigante giralda, los danzarines, la preñá, la gorilona o las gilonas, además, por su puesto, del oso o los zarramacos.

De ahí regreso, paradas incluidas, a la campa donde se concentraron las cientos de personas que quisieron llegar al final. Coplas, canciones y parto de un nuevo año hicieron regresar sobre los pasos a unos y otros, protagonistas e invitados, hacia la iglesia, monumento a la divina justicia que empujó a los guerreros del bien, los zarramacos, a acabar con el Oso, símbolo del mal.

Después, ya por la tarde y en una cierta intimidad, interacción entre participantes y pandereteras para continuar con la esencia de la Vijanera, una fiesta que no deja indiferente a nadie, entre otras razones porque su caótico desarrollo permite que, siendo lo mismo y en el mismo lugar, nunca sea igual.

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