Los vecinos de Santa Olalla, en Molledo, no dejan de mirar al río Besaya cada vez que llueve, preocupados como están por la pedreguera que se está formando bajo el puente que sirve de acceso principal al pueblo de los joyetos. Tras sufrir hace unos años unas inundaciones que prácticamente obligaron a desalojar el pueblo ahora ven con temor la acumulación de piedras arrastradas por las fuertes corrientes bajo ese puente, prácticamente tapando el ojo principal del viaducto.

Uno de los vecinos del pueblo, Fernando Silió, advertía esta semana de que en cuanto venga otra crecida el agua pasará por encima del puente «y volverán los problemas, como hace tres años». Una advertencia que los vecinos ya han trasmitido a la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, sabedores de que nada que se haga en el río puede acometerse sin su autorización.

Por eso están tan sorprendidos con la respuesta. El propio Fernando Silió habló con un responsable del organismo y le contestaron que la competencia en ese tramo es del Ayuntamiento, que será el que tenga que solventar el problema. «Hemos hablado con ellos, les hemos mandado fotos de la situación y reconocen el peligro, pero nos aseguran que la actuación corresponde a un Ayuntamiento que no tiene medios ni dinero para afrontar esas obras».

Un Ayuntamiento que, según el vecino de Santa Olalla, les ha atendido y explicará ante la Confederación tanto la situación como su imposibilidad de afrontar la retirada de las toneladas de piedra que se han acumulado bajo el puente. «La alcaldesa nos ha atendido y nos ha dicho que ha hablado y volverá a hablar con ellos, ha hecho todo lo que podía hacer y lo va a seguir haciendo para que nos atiendan», decía Silió, para preguntarse el por qué «si en otros lugares la Confederación está trabajando e invirtiendo en los ríos aquí no».

Mientras defiende la actuación del Ayuntamiento presidido por Verónica Mantecón critica el que «como la Confederación, el Gobierno regional parece que está mirando para otro lado». «Corremos el riesgo de que nos pase como hace tres años, el pueblo inundado y los vecinos saliendo de sus hogares como pudieron, personas con una media de edad alta, y eso lo vieron tanto Revilla como Zuloaga».

Entre tanto en Santa Olalla comienzan a llamar a esa pedreguera el ‘muro de la vergüenza’, «porque nadie nos hace caso y se está dejando que se acumulen piedras hasta que tapen el paso del agua lo suficiente para que cuando venga una riada el pueblo vuelva a inundarse. Es el muro de la vergüenza para cuantos no toman parte en el asunto y parece que esperan a que haya una desgracia para poner remedio».