Ana García en la base de la Antártida Domingo, 30 Diciembre 2012 Ana García en la base de la Antártida

Una cántabra de Anievas en la Antártida

La base española Gabriel de Castilla, en plena Antártida, acaba de recibir, coincidiendo con la Navidad, una nueva expedición del ejército español, con una cántabra en sus filas, la sargento Ana García Guerra, natural de Anievas. Especialista en comunicaciones, se siente feliz de poder participar en una aventura como esta, más fría pero más relajada que sus anteriores misiones en el Líbano. Los primeros días los ha dedicado a la instalación de todo el equipo que la permitirá comunicar la base con el exterior y la conexión interior de los participantes en la misión, pero también ha podido disfrutar ya de unos paisajes espectaculares que pagan cualquier esfuerzo o la sensación de frío que, a pesar del verano austral, sobrepasa los 34 grados bajo cero. Ana García llegó hace una semana a bordo del Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides, en lo que fue su primera gran travesía marítima. Una misión que la ha llevado a 13.000 kilómetros de su casa, en Villasuso de Anievas.

Muchos kilómetros para un viaje realmente largo. La expedición partió de Madrid el 9 de diciembre hacia Buenos Aires con 12 militares. El día 13 volaron a Punta Arenas, haciendo escala en Chile, y el 17 embarcaron en el Hespérides. El día 23 arribaron a Isla Decepción, donde se encuentra la base gestionada por el Ejército de Tierra Gabriel de Castilla. “Desde que embarqué en el Hespérides no he dejado de experimentar sensaciones increíbles, cada milla que recorrimos fue un paisaje único e indescriptible”, asegura. Y es que es un viaje para “grabar en la memoria”, cruzando el estrecho de Magallanes, canales de Beagle, el paso del Drake, estos dos días muy duros porque es mar abierto, se une el Pacífico con el Atlántico y el oleaje es un poco más intenso que en los canales”. En la Isla del Rey Jorge pararon a dejar y recoger científicos de otros países, para navegar después hacia el Continente Antártico, a O´Higginn. Luego a Isla Livingston, donde hay otra base española gestionada por la Unidad de Tecnología Marina) la denominada Juan Carlos I. Y por último a “mi” isla, Isla Decepción, a la Base Gabriel de Castilla. La campaña aprovecha el verano austral, el buen tiempo, dentro de lo que cabe. “Aquí es verano, la base española solo la abrimos durante este periodo, con una temperatura media de entre 0 y -5 grados. Pero hace mucho viento y muy fuerte, de unos 70 kilómetros hora, y la sensación térmica puede llegar a -34 grados”.

La misión de Ana García es comunicar a todos los componentes de la base con España y a nivel interno, en movimientos por la isla, usando medios VHF para comunicarse entre ellos. Es la responsable de gestionar un terminal satélite que proporciona un circuito de Internet, y ocho teléfonos para comunicar con España. También cuentan con una red WiFi, que permite que todos los componentes puedan tener acceso a él y comunicarse con sus familias via Skype, whatsapp y teléfono, “vamos como en casa, creo que no se puede pedir más estando a 13.000 kilómetros de España. Incluso tenemos una página web, que actualizo todos los días, campaña antártica ET”.

Y aunque todo es nuevo, todo espectacular, el tiempo no da para mucho. “Trabajamos de ocho de la mañana a 12 de la noche, aunque en realidad tenemos que estar disponibles las 24 horas del día”. Día con mayúscula, porque “aquí siempre es de día. Algo que resulta muy extraño, eso de no ver la noche provoca una sensación rara”. Así que no tienen mucho tiempo libre, “pero siempre que puedo, me uno a otros compañeros y realizamos expediciones en zodiac o a pie por la isla, visitando pinguineras, lagos, cráteres… y siempre acompañando a los científicos que esa es nuestra misión, protegerles y apoyarles a nivel logístico y seguridad”.

Extraña su tierra, pero habla con su familia constantemente. De todas formas, está allí por propia elección. “La misión la elegí yo, aquí todo el mundo viene voluntario, de hecho hay que pasar una entrevista y ser elegido. Este año se presentaron unos 180 militares para escoger a once. Una compañera me habló de su experiencia el año pasado y me apunté. Nunca pensé que me fueran a elegir, pero aquí estoy, la esperanza nunca se pierde”. “En Navidad siempre echas de menos a tu familia, pero allá donde vamos conseguimos crear otra, los compañeros lo son todo, amigos, padres, hermanos, pasamos mucho tiempo juntos y poco a poco les coges mucho cariño”.

Y es que no es su primera Navidad fuera, ni su primera misión en el extranjero en sus trece años como militar. “Cada misión es diferente, aunque sea en el mismo lugar; los momentos, los compañeros hacen de cada misión una experiencia única. En el Líbano me marcó la oportunidad de poder dar clase de castellano a los niños libaneses, a través del instituto Cervantes, nunca olvidaré esa cercanía y ese cariño que los niños me dieron”. Líbano, la Antártida y, luego, si puede, Afganistán. “Me gustaría ir a cualquier otra misión, da igual a que parte del mundo, porque siempre voy a descubrir nuevos momentos, amigos y experiencias inolvidables. Pero si, Afganistán es mi próximo objetivo, si pudiera ser”.

“Me encanta tener experiencias nuevas y viajar, sobre todo a sitios únicos, donde no todo el mundo puede ir. Me considero una privilegiada y todas las experiencias que estoy viviendo se las debo a mis casi 13 años como militar”. Aún le queda mucho por disfrutar de la misión porque, curiosamente, volverá a su tierra el Día de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo del año que viene.

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