Responde a la entrevista de camino a Liébana. Tiene pensado subir a Peña Vieja y luego contar aventuras en Los Corrales de Buelna. Pero con un talante envidiable siempre hace un hueco a quien le requiere. Le esperan en un valle montañero, donde la expectación por tenerle cerca, por ver a un icono del alpinismo mundial es algo comparable con las grandes estrellas mediáticas de cualquier deporte de masas. Es César Pérez de Tudela. Inconfundible para toda una generación y un referente para las nuevas hornadas.
-¿Para quiénes crecimos con sus proezas, que es ahora del gran César Pérez de Tudela?
-Muchas Gracias por el recuerdo. Sigo en el camino de las cimas, totalmente dedicado a esta creencia, escalando, escribiendo y pensando en estos preciosos simbolismos.
-¿Qué diferencia marca 'su' alpinismo con el que protagonizan los actuales Oiarzabal y compañía?
-Oirzabal es una esplendida excepción, ya que antes practicó el alpinismo tradicional, es verdaderamente un alpinista y un escalador que se ha visto inserto en esta desgraciada época de record y de carreras, en la que las recompensas materiales son más generosas. Mi alpinismo es el de siempre, el tradicional, el que se estimó que era una de las escuelas formativas mejores para la vida, más eficaces en el desarrollo de valores humanos y sociales, el de la solidaridad y el compañerismo, el de saber orientarse en la vida y en la montaña, abriendo camino entre la niebla, no el solo hecho deportivo, basado en seguir huellas de otros, agarrándose a las cuerdas que unos trabajadores de la montaña habían puesto para que unos señoritos pudieran alcanzar la cima. Esto que tanta fama tiene y que ahora se practica en el Himalaya, y se divulga y se admira, es otro deporte con mucha menos perspectiva y profundidad, aunque también requiera esfuerzo y también tenga riesgo.
-¿Se ha convertido nada más que en pura competición y espectáculo?
-Esta, como cualquier otra actividad del hombre es un reflejo de la sociedad en la que vivimos y estamos insertos. Esta sociedad es demasiado competitiva, lo dicen los economistas que saben mucho pero aciertan poco, y todo se ve exclusivamente desde el concepto excesivamente materialista. Y el exceso de positivismo no es bueno para la vida. Yo como estudioso de la metafísica, creo en los valores espirituales, en la ética de las conductas, en el esfuerzo limpio, en el compañero antes que en la cima… Nos inundan esas malditas ideas de: ¡hay que ser competitivos!, ¡hay que seguir creciendo más y más! hasta no poder más, en esta sociedad en la que hay que endeudarse para toda la vida, para tener lo que todavía no se ha ganado y pagarlo en los 40 años futuros. Hay que subir sin oxígeno, aprisa, una montaña detrás de otra, ganar el reto que inventaron otros, ser famosos, ganar mucho, subir con las mejores ayudas, casi nadie –son los menos- los que viven y suben por sí mismos.
-¿El material de ahora ha cambiado las reglas de la montaña?
-El equipamiento y material actual es mucho más técnico y de mayor calidad que el del pasado. Menos congelaciones, mayor ligereza y confortabilidad, además de ser mucho más seguro (cuerdas, piolets, tiendas, sacos de dormir, ingenios técnicos para la escalada etc.) pero por sí no creo que hayan podido cambiar las reglas del juego del alpinismo.
-¿Y la montaña, es lo único que no cambia? ¿O también?
-Claro, también ha cambiado siguiendo la moda, aunque hay que decir que solo se divulgan las montañas de los records, los 'ochomiles'. Desgraciadamente los medios de comunicación están pensados exclusivamente para las masas. No se divulga lo mejor, si no lo que es más fácil de entender, lo que parece más aunque no lo sea. El gran alpinismo solitario, el de la cordada, el de abrir la ruta, sin sherpas, ni servidores, este permanece inmutable y sigue haciéndose, pero no trasciende a la fama.
-¿La irrupción de las cámaras en la intimidad de las montañas ha cambiado el espíritu de lo que era un mano a mano entre hombre y naturaleza?
-Efectivamente así es y a mí que fui uno de los primeros que comenzó a contar estas aventuras en el Himalaya no deja de sorprenderme el ir viendo como el periodismo está presente en los “ochomiles”, enviados especiales, contando lo que dicen los protagonistas, momento a momento. Y claro se entrevista en caliente, en situaciones límite y se dicen frases que tras la tranquilidad de un descanso no se dirían.
-Dejando de lado tanto cambio ¿Qué es lo que queda después de una gran cumbre?
-El recuerdo, la vivencia que puede ser trascendente. Esa alegría permanente y que influirá en cada uno de los actos siguientes de nuestra vida.
-¿En este mundo global, queda alguna cumbre en la que poner una bandera?
-Por un lado todos vamos siempre a las mismas cumbres, las que ya tienen marca, y subiéndolas vamos a ganar en estatura y fama. Cada vez por desgracia somos menos exploradores, el verdadero sentido del alpinismo, descubrir, investigar sobre la geografía de la Tierra, los misterios de nosotros mismos. Yo querría todavía, a estas alturas de mi vida mostrar otros paisajes distintos, otras cimas perdidas, y en ese camino ir desvelando los secretos de la vida, sacándolos del alma, la que nos ánima y nos marca las sendas todavía inéditas.
-¿Qué es más difícil o complicado sobrevivir a una gran escalada o a una candidatura política?
-Conozco la experiencia de ambas locuras. Es más noble la lucha en la montaña, aunque la ambición política debiera también serlo. La política no es desgraciadamente ese arte y ese esfuerzo por lograr la mejor convivencia entre humanos, si no una ambición que hay que saber explicar no solo con razones.
-¿Por cierto, qué hace en su tiempo libre que no tenga nada que ver con la montaña?
-Está bien la pregunta. Estudio a los grandes filósofos idealistas para investigar el por qué de esta actividad tan espléndida y atroz que es el alpinismo. También subo montañas sencillas para respirar bien y entrenarme para seguir subiendo las cimas que pueda. Escribo mucho sobre la montaña y me documento mucho sobre ella. Para mi estas actividades de montaña constituyen la actividad humana tipo, la más adecuada y mejor, para representar las exigencias y los ideales del hombre en sociedad. Más valientes, más solidarios, más fuertes, sin olvidar esos valores poético-místicos que entrañan el mayor encantamiento de este lamentable ser, que al fin, si la religión, el estudio, y la montaña no lo remedia es el hombre.
-Al final ¿qué es el alpinismo deporte, pasión o ambas cosas?
-Ambas. El deporte solo es un medio. Hay que estar fuertes para un vivir exigente. El alpinismo aunque ningún escalador, montañero o expedicionario me dé la razón es un idealismo trascendental, una pura y compleja filosofía muy poderosa, que rechaza el racionalismo. El alpinismo es una preciosa “sin-razón” que nos eleva por encima de nuestra vulgaridad.
-¿Es como ser cura, que se es para siempre?
-Sí, es posible. Un vivir sin vivir. Un frenesí romántico. Una aventura desesperada.
-¿Conoce Cantabria?
-Sí pero debo conocerla mejor. Es una de las regiones más sorprendentes del Mundo. Esa cornisa cantábrica, ese horizonte de mar, y esas montañas altivas… Las mejores canciones de la montaña son de Cantabria. Algún día me invitaran a dar una conferencia pública en la Universidad Menéndez y Pelayo y contaré mucho más.