La Vijanera se vistió hoy con su mejor traje para encandilar a los miles de personas que se acercaron a Silió (Molledo) para celebrar una veterana Fiesta de Interés Turístico Nacional que se estrenaba como Bien de Interés Cultural Etnográfico Inmaterial, una decisión tomada en 2021 que por fin se pudo sacar a la calle este domingo.
Una celebración enraizada en los ritos ancestrales de Cantabria organizada por la Asociación Cultural de Amigos de La Vijanera, que quería regresar en esta edición ofreciendo una imagen renovada, fruto de los años de reposo que han servido para ahondar en su historia, y el resultado no decepcionó a nadie, como ratificaron tanto quienes se estrenaron en la mascarada de Silió como los más habituales, que se dejaron sorprender por más personajes que nunca, más trajes, más máscaras y una apuesta decidida por acercarse cada vez más y mejor al origen de la fiesta.
El día comenzó feo y las previsiones meteorológicas no acompañaban, pero a medida que el tiempo mejoraba los aparcamientos se iban llenando. Al final, como se esperaba, fue un atracón de público, calles, plazas, rincones abarrotados. Los augurios lo habían avanzado y se esperaba una Vijanera multitudinaria como así fue. Miles de personas colapsaban las calles de Silió ya antes de partir la comitiva y luego, en su afán por seguirla, dejaban poco margen para atisbar, siquiera de lejos, los movimientos de los 160 integrantes del desfile, más de 80 trajes distintos, 50 zarramacos de todas las edades, 500 campanos sobre el terreno. Son los números de una fiesta que fue seguida muy de cerca por expertos en turismo y en mascaradas de toda la península Ibérica, interesados en vivir, saborear la Vijanera, comprobar el porqué del prestigio de una celebración que ya se conoce en todo el mundo.
Los fieles, mayoritariamente jóvenes, cumplieron con el rito y siguieron de cerca a la comitiva, aplaudiendo cada parada, riendo con las coplas satíricas, rendidos a una representación única que acaparó su atención hasta que la imponente iglesia románica de Silió impuso la ley divina para que los grandes protagonistas, los zarramacos, dieran muerte al Oso.
No faltó una amplísima representación del Gobierno, Parlamento y ayuntamientos, con el presidente, Miguel Ángel Revilla, y el vicepresidente, Pablo Zuloaga, al frente, juntos pero no revueltos, los consejeros de Desarrollo Rural, Guillermo Blanco, Presidencia, Paula Fernández Viaña, jugando en casa, Turismo, Javier López Marcano, acompañados por la alcaldesa anfitriona, Verónica Mantecón. Además, otros miembros del Gobierno, diputados, alcaldes y concejales en un número pocas veces visto en Silió.
Poco antes de las doce del mediodía comenzó el gran espectáculo en varios lugares. Una pequeña comitiva se dejaba ver en las laderas que bajan de Santa Marina a Silió, mientras el gran grupo salía de las antiguas escuelas, sede de la asociación organizadora. Nadie se quería perder uno de los momentos álgidos del día. El Oso bajaba de los montes escoltado ya por los zarramacos que se unieron para darle caza al pie de la iglesia. Los guerreros del Bien hicieron su trabajo y pusieron en manos del Húngaro al animal que representa en la fiesta todos los males de la tierra.
Las dos comitivas unidas se dirigieron a la plaza principal entre un pasillo humano donde las cámaras de fotos no paraban, dirigidas muchas hacia uno de los alicientes de los últimos años, los trajes naturales, este año más y mejor si cabe. En un trayecto más corto que otros años, unos otros rindieron honores a la fiesta en la plaza que acoge el centro de interpretación de La Vijanera. Sorteando calles estrechas y gente cuerpo a cuerpo con los vijaneros, el grupo se dirigió a la Raya, la frontera entre Silió y Santián, lugar elegido, como es tradición, para pedir Guerra o Paz. Y como es habitual, ganó la fiesta y reinó una paz que, al menos, durará hasta el año que viene.
El largo recorrido hasta la Raya permitió disfrutar del centenar largo de integrantes de la comitiva, especialmente de los renovados trajes que recrean la Naturaleza, otra de las apuestas de este año, con mención especial al Árbol andante, uno de los más fotografiados y el preferido de los niños. Con ellos, el amo, los traperos, la pepona, la madama o el mancebo, la gigante giralda, los danzarines, la preñá, la gorilona o las gilonas. Todos envueltos en trajes de marcado corte rural, hechos con elementos propios de las labores cotidianas y la naturaleza de la zona, sacados de retales de telas viejas y sacos. De la imaginación, de sueños y pesadillas, algunas lejanas, otras no tanto.
La comitiva regresó sobre sus pasos dese la Raya hacia la plaza de Santiago y de ahí a la campa donde se había instalado el escenario que acogió el canto de las secretas coplas y una canción, dedicada a la intención de Revilla de presentarse de nuevo a la Presidencia de Cantabria. Las coplas fueron muy críticas con la situación sanitaria y política de España, con los planes de energías renovables en Cantabria o, en el ámbito local, con las controvertidas palabras dirigidas al rey emérito por Revilla en la visita del Cartero Real. El mismo escenario en el que tuvo lugar el Parto de la Preñá, premonitorio de un año de bienes.
Y para finalizar, sorteando a los cientos de espectadores que, hombro con hombro, fueron afluyendo a la campa, llegó la victoria del Bien sobre el Mal, la culminación de la fiesta con los zarramacos abatiendo al Oso al pie de la impresionante iglesia románica de Silió, recibiendo su bendición, utilizando sus varas como lanzas de purificación, unidas, formando un círculo, sobre el plantígrado, para librar al hombre de malos presagios, que está claro, falta hace.