Federico Crespo presentó su último libro sobre la toponimia del municipio Viernes, 16 Diciembre 2016 Federico Crespo presentó su último libro sobre la toponimia del municipio

San Felices presume de nombres propios

San Felices de Buelna ya cuenta con todo un catálogo sobre lugares, su nombre histórico y el devenir de esa denominación a lo largo de los siglos. En un ejercicio titánico que se ha alargado durante los últimos 20 años Federico Crespo García-Bárcena, vecino de San Felices de Buelna, estudioso de su historia y buceador entre legajos y documentos antiguos, ha presentado ante un público entregado su quinto libro ya, que recoge si no todos, la inmensa mayoría de los nombres geográficos del municipio, 3.541 topónimos diferentes desde el año 978 a la actualidad.

Este viernes presentó su obra, último libro hasta el momento de un escritor ya experimentado en historias de lugares, hechos y personales de San Felices de Buelna. Lo hizo en compañía del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, el consejero de Medio Rural, Jesús Oria, y el alcalde de la villa, José Antonio González Linares, en un salón de plenos en el que para asombro del propio presidente, no cabía ni un alma, abarrotado como estaba de vecinos que querían que el escritor firmara su ejemplar.

Como explicó en la presentación el propio Crespo, son casi 200 páginas que para los inquietos o curiosos se convierten en un mapa detallado de la historia de términos toponímicos a lo largo de más de 10 siglos de historia. Algunos perduran apenas sin cambios, otros no se parecen en nada a los originales, pero todos han evolucionado. Uno de los que más ha cambiado es el nombre del valle, Buelna, que comenzó siendo en el 978 Olna, pasó a Ulna, a Huelna, Uelna y actualmente Buelna. Otros nos aclaran su origen como el actual Manotales, que viene de Magostales, donde se magostaba. Los hay comunes, como la Piedra, el Camino, la Portilla o el Bardal, y otros casi impronunciables o curiosos, como la peña del Oro, el Alto de Baldorado o Labia.

Federico Crespo reconoce que el objetivo final se ha cumplido, recuperar y asegurar esos nombres, evitando, como sucede a veces, invenciones que nada tienen que ver con la realidad. Su trabajo ha sido recoger todos esos nombres y dejarlos para las futuras generaciones. Pero también para estudios e informes, prueba del interés sobre ese libro de la Universidad de Cantabria.

La primera parte del libro se extiende hasta 1870, protocolos notariales del archivo provincial que acaban en esa época. La segunda parte son también protocolos notariales del Catastro de la Ensenada, de 1752, un catastro con carácter recaudatorio que recogía nombres, familias, posesiones de cada vecino y, en muchos casos, apuntes del lugar en el que tenían la casa o huertas. Son unos 1.900 topónimos de una época muy concreta, con un pero, el que los terrenos que no eran propiedad privada, como el monte Tejas o Dobra, no están incluidos.

La tercera parte va de 1870 a 2016, estructurada por zonas habitadas, urbanas, y las rústicas, los ocho polígonos de esos terrenos.

En el libro también se pueden ver varias ilustraciones que facilitan la labor de localización de cada denominación, además de láminas a mano de los molinos perdidos de San Felices de Buelna, dónde estaban ubicados.

Como al escritor le parecía poco y le gustan las complicaciones, añadió dos anexos. Uno sobre las 18 mieses de San Felices de Buelna delimitadas, trabajo muy complejo que ha quedado "muy aproximado", según él mismo. El segundo anexo es una agrupación de los topónimos del Catastro de la Ensenada actualizados.

Todo comenzó un día en el que leyó un informe sobre los topónimos de Cantabria, en el que hablaban de poco más de 100 en San Felices de Buelna. Esa noche no pudo dormir y recordó, a vuela pluma, más de 500. Al día siguiente se puso manos a la obra y ahora presenta un libro con más de 3.500 denominaciones de origen.

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