Acilino García con el crucifijo salvado de la quema Martes, 23 Abril 2013 Acilino García con el crucifijo salvado de la quema

La iglesia de San Ramón se salva del incendio de su altar mayor

Hay historias que hay que contarlas como Dios manda. Sobre todo las que dejan un cierto sabor a misterio difícil de explicar. Es lo que ha sucedido en la iglesia de San Ramón, de Los Corrales de Buelna, donde un fuerte incendio ha calcinado el viejo altar mayor, las alfombras, libros de misa o micrófonos. Incluso un cáliz de plata sucumbió al calor. Y ahí comienza lo inexplicable. Quemó todo lo que se encontró a su paso menos un crucifijo con base y cruz de madera que estaba sobre ese altar. El fuego se frenó en la alfombra que conectaba con el retablo mayor, completamente de madera. Y el humo, en su gran mayoría, se fue por una ventana abierta que había dejado la noche anterior el párroco, Acilino García. No es hombre que crea en milagros, así lo dice, pero lo sucedido no deja de ser, cuando menos, curioso.

Y aunque lo sucedido se ha conocido este martes, todo ocurrió en la noche del sábado. Ese día, Acilino García apagó todas las velas, las luces, cerró puertas y ventanas pero, como es su costumbre, por si acaso, dejó una de las altas abierta. Lo que no es habitual es que se dejara una vela encendida. El Cirio Pascual. En una iglesia de madera, hasta su soporte lo era, con lo que cuando se consumió la llama alcanzó la base, las telas del altar, éste también de madera, la alfombra. El fuego se extendió a los libros, los micrófonos. A todo lo que allí estaba, menos al crucifijo, intacto. También el fuego acabó con la alfombra principal pero no saltó a la que llega directamente al retablo mayor. ¿Una suerte? El párroco sonríe.

Hombre práctico donde los haya, habla de daños materiales pero no patrimoniales, pues lo quemado no tenía un valor excesivo. El se queda con la respuesta humana. Todo sucedió por la noche y nadie se apercibió. Cuando, a las ocho y media de la mañana del domingo Acilino García entró en su iglesia no podía creer lo que estaba viendo. Pero, lo dicho, práctico ante todo, abrió todas las puertas y ventanas, dejando salir el humo que quedaba e invitando a entrar a sus feligreses. Así lo hicieron. Más para echar una mano que para ver lo que estaba claro. Nadie hizo leña del árbol caído, y se pusieron a limpiar. El párroco tenía misa a las 10 de la mañana en otro templo, y dejó a los vecinos adecentando la iglesia para su misa, a las 11, como toda la vida, en San Ramón. Cuando regresó más o menos todo estaba listo para la liturgia. Aunque reconoce que el hollín dejó su huella en la veintena de personas que colaboraron en la limpieza y se quedaron a oír misa. “Más se perdió en Cuba”, decía el sacerdote, aunque sabe que la cosa podía haber sido mucho peor en un templo completamente hecho de madera.

El responsable de la parroquia de Los Corrales de Buelna, Francisco Lledías, actuó también con rapidez recuperando un altar que tenían en almacén y trasladándolo a la iglesia de San Ramón. Presentó los datos al seguro y adelantó que habrá que pintar el presbiterio por los restos del humo. Sobre el crucifijo, también sonríe, y deja a los demás la interpretación que quieran darle al hecho en sí. Pero no niega que son historias que quizá hagan falta en estos tiempos.

Lo que hacía falta era consolidar la presencia de la iglesia de San Ramón, en un barrio alejado del centro de Los Corrales de Buelna. De hecho, en algunos momentos se ha cuestionado su continuidad. Su responsable, “hasta que Dios me de fuerzas”, reconoce que “entre semana no pasamos de una decena de personas en la misa”, pero también habla de que son suficientes para mantener el templo abierto. Quizá el fuego y sus mínimas consecuencias sean un aviso de que así tiene que ser. Porque ya se sabe, el hombre propone, Dios dispone. Y quizá, y solo quizá, el fuego reparador, más que devastador.

Más teme Acilino García a la polilla, enemigo constante, invisible, casi invencible. Pero esa ya es otra historia, mucho más humana que divina.

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